D. Antonio Matilla Matilla nos deja un mensaje de Pascua de resurrección a los miembros de la congregación
En medio de la cuaresma que dejamos atrás, la pandemia que padece el mundo nos ha sumido en una larga travesía por el desierto del duelo ante la pérdida de miles de vidas y la incertidumbre en las economías familiares y nacionales.
Contemplemos la figura de Jesús en el paso del Santo Entierro y fijémonos en el detalle de sus ojos que no están cerrados sino entreabiertos ya anunciando la Resurrección. Y en el detalle de su cuerpo como una paloma que nos remite a la llegada del Espíritu Santo, y en la señal de los clavos en forma de llama de ese mismo Espíritu. Son señales de ánimo.
Desde el confinamiento tenemos la sensación de estar en medio de una noche larga, en medio de una primavera imparable. La luz de los colores del cielo, el silencio y la eclosión de la naturaleza nos hablan de lo que vuelve a renacer. Tras semanas de resistencia y de asistir al heroísmo diario, al sacrificio de tanta gente arriesgando la vida por sus semejantes, estamos en el día más claro que da sentido y aclara el horizonte de nuestro futuro ahora y en la eternidad.
Con la Resurrección hoy el motor de nuestra vida tiene que seguir siendo Jesús Nazareno, Cristo resucitado, que ¡está vivo!. A pesar del momento que vivimos el día de hoy nos llena del gozo que nace de la Pascua, de la victoria sobre la muerte, de la redención plena de nuestras vidas y de nuestro mundo. Aunque es un domingo especial lo seguimos celebrando en nuestra casa. Hoy debiéramos llamar a nuestros familiares y amigos para felicitarles y para decirles que nos alegramos de poder hablar con ellos y de lo mucho que les queremos.
La Junta de Gobierno de la Congregación de Jesús Nazareno y Santo Entierro os querría dar un fuerte abrazo a todos y cada uno de los hermanos nazarenos, ello será posible más adelante. Ahora solamente nos es posible haceros llegar este saludo virtual y lo hacemos con las mejores palabras que podemos tener en estas horas: el Pregón Pascual y el Evangelio de la Resurrección.
FELIZ PASCUA
Del Evangelio según San Mateo 28, 1-10
En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres:
— Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. NO ESTÁ AQUÍ: HA RESUCITADO, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis.» Mirad, os lo he anunciado.
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: —Alegraos
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: — No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán
OREMOS UNIDOS
V/. Que nos bendiga Dios todopoderoso en la solemnidad pascual que hoy celebramos y, compasivo, nos defienda de toda asechanza del pecado.
R/Amén.
V/. El que nos renueva para la vida eterna, en la resurrección de su Unigénito, nos colme con el premio de la inmortalidad.
R/Amén.
V/. Y quienes, terminados los días de la pasión del Señor, con el deseo de participar plenamente de la Pascua del Señor podamos llegar, por su gracia, con espíritu exultante a aquellas fiestas que se celebran con alegría eterna.
R/Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
Oremos a la Virgen María con las palabras del Papa Francisco:
Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos, que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.
Tú, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que lo concederás para que, como en Caná de Galilea, vuelvan la alegría y la fiesta después de esta prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que Jesús nos dirá, Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo y se cargó de nuestros dolores para guiarnos a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita