Fotografia: Emilio García Herrera
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva;
a Dios y a los culpables,
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y muerto el que es la vida,
triunfante se levanta,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María en la mañana?
¿Qué has visto de camino,
María en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada;
los ángeles testigos,
sudarios y mortajas.
Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza.
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia;
que estás resucitado,
la muerte en Ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana;
Y da a tus fieles parte
en tu victoria santa,
en tu victoria santa.
Cristo, Señor nuestro, verdadero y único sacerdote. El cual, al instituir el sacrifico de la eterna alianza, se ofreció a sí mismo como víctima de salvación, y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya.
Su carne, inmolada por nosotros, es alimento que nos fortalece; su sangre, derramada por nosotros, es bebida que nos purifica.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas, santifica tus hijos y protégeles siempre, pues Jesucristo, tu Hijo, en favor nuestro instituyó por medio de su sangre el misterio pascual.
Cristo, Señor nuestro, verdadero y único sacerdote. El cual, al instituir el sacrifico de la eterna alianza, se ofreció a sí mismo como víctima de salvación, y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya.
Su carne, inmolada por nosotros, es alimento que nos fortalece; su sangre, derramada por nosotros, es bebida que nos purifica.